martes, mayo 25, 2004

ajedrez

Alguien dijo que los miedos del hombre crearon a los dioses y se me ocurrió pensar que en algún momento me debo un estudio sobre la evolución de estos dioses. Decir dios también es ponerle un nombre a la injusticia, como quien dice estado, que acaso sea otro nombre que han tomado las antiguas deidades. Y mi necesidad de ganarme el sustento me ha convertido en un engranaje más de esa maquinaria perversa. En cierto modo soy un soldado que defienda una enseña inexistente o tan mutable en el tiempo que nadie sabe de ella. Soy soldado y mi trinchera es un escritorio al que cubro de papeles para parecer más activo y sin embargo sólo estoy ocultando de la vista del resto los pretextos que escribo. Empiezo a garabatear en una hoja cualquiera y si me sospecho equivocado la sospecha hace un bollito con el papel que va de bruces contra el basurero y mientras sigo hurgando en mi mente las ideas que no me animo a escribir. Hoy pienso en un par de ensayos demasiado pretenciosos de los que no he escrito una sola línea pero que me acompañan donde voy. Así a quien pueda extrañar que un auto apenas me esquive en la avenida o que alguna dama confunda las intenciones de mi sonrisa si en mi cabeza se oyen los ecos de parrafadas enteras que de tan brillantes no se atreven a pasar al papel. Y vuelvo a sonreír cuando recuerdo que ese par de ideas son como eructos que tengo atragantados: cuando los saque de mí sentiré una liberación que irá a la par del asco de las gentes y será el tiempo el que se encargue de poner cada cosa en el lugar que le corresponda. Y quien repase la historia leerá en todo esto la frialdad de una partida de ajedrez sin llanto y sin absurdo.

martes, mayo 04, 2004

Supresión de identidad

Hoy me dijeron que no se renovaría mi contrato. La única razón que se alegó fue que militaba en un partido político que no es el que estaba gobernando. La mano viene de persecuta, el goberna se volvió loco, no hay quien lo convenza. Ya veremos como hacer para pagarte este mes que estuviste laburando en el aire. Mejor que no sea por decreto, sino estamos sonados. Eso no me hubiese llamado mayormente la atención. De trabajar para el estado uno aprende que ser vil es el único código plausible. Y a esa letra hay que serle fiel. En defensa propia, no se piense nada malo. Lo malo es que yo figuraba en un padrón, como si hubiese completado por triplicado una ficha, certificada por un funcionario actuante en su carácter de secretario del partido, y yo jamás llené nada. Ni firmo con garabatos temblorosos, ni viví nunca en el Pasaje Chiclana 435, ni me afiliaría a la Unión Cívica Radical. Tuve el descaro de decirlo. Mis éxitos y mis fracasos son de mi exclusiva responsabilidad. No tuve jamás ni tampoco pretendo la ayuda de algún padrino político. Mañana, con los papeles que junté en la desesperación del día de hoy, desesperación que es la indignación por que se usurpe mi identidad, porque se me persiga políticamente por culpas que no me pertenecen, por tener que demostrar una vez más que yo-no-fui, la impotencia de que un par de charlatanes que no sé quiénes son decidan que para mí no hay más trabajo en esta provincia; mañana voy a hacer la denuncia. Ya está. Hoy conocí las oficinas del Juzgado Federal. Nadie entendió que estuviera enojado. Parece que es la moneda corriente. Hoy revisé en internet. No hay ningún fallo que condene a estas lacras. Y sin embargo, mañana subiré la escalerita. Yo que pensaba que la única razón que podría tener para subirla es que el azar me designara perito oficial. Nada de eso. Debo denunciar un vejamen. Qué país. Qué gente. Notará el lector atento que la persecución política, fundada o no, pasa a segundo plano. Si Ud. querido lector es extranjero, debo decirle que esa es la regla en este confín del mundo. Nos meten tanto la mano ahí dónde más duele que ya poco importa que nos roben, que nos hipotequen el futuro, que se queden con nuestra identidad, esas son pavadas que reclaman los que aun no aprendieron cómo se juega aquí. Disculpe el que buscaba algo meditado. Hoy estoy caliente y a alguien se lo tengo que decir. Aunque tal vez otro esté suscribiendo a mi nombre lo contrario.