jueves, septiembre 09, 2004

como las hebras, las huellas

Tal vez en un principio fue un hilo, un hilo largo y consistente del cual costaba descifrar las hebras, pero los años y el desarrollo de los mirares deparan apreciar con un poco más diáfanas esas hebras. Las hebras tensas, unidas fuertemente hasta dar con un todo casi indisoluble. Sin embargo no muy lejos esperan los tirones. Que yo, que vos, mejor por acá o más despacio y todo junto y las hebras empiezan a abrir surcos, dejando en claro su perfecta naturaleza de hilos con ánimos independetistas. Más acá los hilos que brillan con luz propia y vuelven a entrelazarse en un prolijo caos y ya ni el más pintado sabe cuál es el pie, cuál la cabeza, y todos tan necesarios que es un pecado el enredo y dan ganas ahora sí de dar un fuerte tirón, pero la experiencia ajena señala la inconveniencia pretender la preminencia de un hilo: quizá lo haga, sí, con un poco de esfuerzo tomará un poco de impulso pero no demasiado lejos está la hora, la trampa fatal de los otros hilos. Y ya deja de ser cierta la presunción de que esto es sólo una madeja. Quizá lo sea y lo demás apenas pura agitación metafísica. Por lo demás, de vez en vez aparece la figura paterna, como si de una huella se tratase, una senda ya escurrida a nuestros pies y es levantar la vista y dar con el mismo tórrido camino, la esperanza de los mismos tropiezos, las mismas estúpidas bifurcaciones que le dan a uno por sentirse actor de una obra macabra de pobre guión; quizá sólo haya cambiado el vestuario y estas ropas modernas hechas en China con el sudor de cientos de niños sean la marca de la alineación; y el cambio de escenografía le da a vigor a una historia que esencialmente no lo tiene. Mistificación quizá sea la palabra. Echarse a las espaldas la mochila de un pretexto baladí: somos títeres, la vida se nos escurre entre los dedos mientras hacemos malabares para esquivar los espirales de la trama. Y de allí nacen las patologías y nos volvemos singularmente estúpidos y nos decimos enfermos, cansados, deprimidos o apáticos. Qué será el sentido. Tantos años de chupar sonidos con las manos, cerrar los ojos y trazar diagramas de objetos y relaciones, ejercitando transiciones y echando abajo estados. Cómo será no sentir, no enterarse de la mugre de acá a la vuelta, de la sangre derramada por puro impulso pasional. Cómo serrar con taladro. Cómo ganar si el dado no tiene as. Cómo dejar de decir cómo.