mirares, despertares
En estos tiempos de modernidad y automatismo y todo sin el menor esfuerzo tienta pensar que el conocimiento del hombre avanza como si lo guiara un piloto automático, un engendro programado de antemano por algún otro puñado de hombres que se creyó en condiciones de decir de qué va esto y cuánto y cómo.
Puesto así, todo se ve sumamente oscuro, especialmente en la medida que este carro en el que viajamos es guiado por un motor del que no conocemos el mecanismo y para ocasiones como esta el camino del fatalismo está pavimentado por la resignación.
Esto dicho a propósito de lo que a mis ojos es la decadencia intelectual más profunda que pueda el ser humano imaginarse. Ya no tenemos demasiadas excusas, el conocimiento crece de manera exponencial y de su mano una mitad del mundo da de comer al otro, que puede regodearse a placer en comodidades que lucen obscenas si se las mide con la vara de las verdaderas necesidades que puede tener un hombre, las elementales.
Sin embargo, se profundiza el vacío espiritual propio de llevar hasta las últimas instancias la consigna del lo-importante-es-estar. No es relevante el para qué. Rige la primacía con toques de tiranía del hoy por sobre el pasado, que se quiere olvidar sin medir consecuencias. Y el futuro? Esa menos atendible aun, toda vez que responde a una abstracción, a la ocurrencia de alguna cabeza que no da pie con bola.
Y si ya sabemos todo cuanto quisimos saber y lo que nos resta está ahí, al caer, cuál es la carencia. Creo yo que es el aprender a mirar las cosas de otro modo, escaparle a la linealidad ruin que nos carcome nuestras ansias de pretender perdurar de algún modo.
Ahí veo yo el punto que debieran atacar los intelectuales: el de despertar a las gentes de este sueño que de a ratos se vuelve pesadilla. Ya queda poco por ver, está todo a la vista, y sin embargo podemos darnos el lujo de sentirnos vacíos porque nadie nos enseña a mirar un poco mejor esto que tenemos.
Pienso en Stanley Kubrick. Ya no está entre nosotros más que en su poca pero valiosa obra. El sí que sabía el modo de decir que puede verse este todo de otra manera.